La teoría del macho alfa
Entre 1930 y 1940, el científico Rudolph Schenkel estudió el comportamiento social de lobos en cautividad con el fin de averiguar entre otras cosas, cómo se constituía la jerarquía social dentro una manada. Según sus observaciones en aquellas décadas, el científico determinó que para establecer la jerarquía los lobos competían peleando entre sí y que el “ganador” se proclamaba el líder de la manada. Es decir, el ganador se convertía en el “macho alfa”.
El error de Schenkel fue asumir que este comportamiento agresivo era el natural en esta especie, creyendo que los lobos en libertad se comportarían del mismo modo que en cautiverio y lo cierto es que no era así.
El estudio, que se publicó en 1947, fue retomado en las décadas posteriores por otros científicos que siguiendo los pasos de su trabajo, tuvieron la oportunidad de observar a los lobos en su hábitat natural pudiendo así contrastar sus estudios con los datos del científico acerca del comportamiento de los lobos.
Descubrieron que en la naturaleza los lobos exhibían comportamientos totalmente distintos a los que mostraban cuando estaban en cautividad y que definitivamente, la jerarquía social se organizaba de una manera muy diferente a la que Schenkel pensó en un principio.
En su hábitat, ya sea en libertad o semilibertad, las manadas de lobos están compuestas por una pareja reproductora y sus hijos de entre uno a tres años, pudiendo convivir en algunos casos grupos de dos o tres familias.
Lejos de pelearse, toda la manada coopera repartiéndose las tareas para garantizar la supervivencia conjunta. Cuando los hijos alcanzan su madurez en torno a los tres años abandonan su manada para formar la suya propia. Excepcionalmente, algunas hembras deciden quedarse para seguir criando convirtiéndose dentro de la jerarquía en subordinadas de la pareja principal.
Por el contrario, los lobos en cautividad que observaba Schenkel, cuando alcanzaban la madurez no tenían más opción que la de seguir conviviendo ya que no tenían libertad para marcharse. Este tipo de confinamiento desencadena tensiones y peleas dentro de cualquier manada de lobos adultos con esta característica.
Hoy en día está demostrado que la forma de establecer la jerarquía dentro de una manada de lobos es simplemente a través de la cría y no mediante una lucha por la dominancia con el fin de determinar quién se proclamará el líder de la manada tras la derrota de sus contrincantes.
Actualmente se sabe que los líderes de la manada son una pareja adulta de lobos que cría a largo plazo, seguida de forma piramidal por la hembra subordinada si la hubiese y tras ella, los hijos jóvenes. El último puesto lo ocupan los cachorros que además son criados en común por toda la manada.
¿Y qué tiene que ver esto con nuestros perros?
Tras el estudio de Schenkel a finales de los años 40, se creyó que los perros al ser parientes de los lobos tendrían la misma forma de establecer la jerarquía social. Como hemos visto, la teoría del macho alfa con los lobos no había dado en el clavo y resulta que sin mucha sorpresa, con nuestros perros tampoco lo había hecho.
En lugares como la India, se ha podido investigar a lo largo de los años el comportamiento social de perros salvajes en manada y se ha podido determinar, que estos perros tampoco son agresivos entre ellos salvo a la hora de proteger y educar a sus crías, donde la agresividad tiene una postura defensiva y en ningún momento de “macho alfa”. La jerarquía de los perros es fluida dependiendo de la situación y de qué esté en juego.
Durante las décadas de los años 70 y 80, el término de “macho alpha” se popularizó debido en parte a la divulgación del estudio de Schenkel en el libro del Dr. David Mech El Lobo. Ecología y comportamiento de una especie en extinción. Este libro junto con la influencia de Hollywood contribuyó a que se extendiera el concepto rápidamente por todo el mundo, así como la imagen de “lobo solitario” que tanto hemos visto en las películas y en la literatura, especialmente en este periodo.
Derivados de esta concepción equivocada en la que se establece “el líder” a través de una lucha por la dominancia, nacieron las bases de los métodos tradicionales de adiestramiento que surgieron en Europa y América entre los años 50 y 60 y que tuvieron un auge en los 70 y 80.
En esta época era común que cuando un perro no tenía un buen comportamiento se le disciplinara con diferentes métodos de castigo, frecuentemente físico, para que obedeciese. Se creía que de este modo se corregían eficientemente malas conductas en cualquier tipo de perro. De igual forma se pensaba que tras la disciplina, el perro reconocía al dueño como “el líder”, siguiendo este pensamiento las líneas de la teoría del macho alfa que en los años 80 ya había sido más que demostrada como desacertada.
Aún a día de hoy es posible leer en internet o comprar libros que utilizan estos tipos de entrenamiento tradicional e incluso han tenido un resurgimiento en América debido al programa de televisión “El encantador de perros”.
¿Y cuál es la alternativa al adiestramiento canino tradicional?
¡Los entrenamientos con refuerzo positivo!
En los años 80 comenzó a desarrollarse una corriente de adiestramiento opuesta al entrenamiento tradicional, que permite educar al perro a base de premiar el buen comportamiento en vez de castigar el mal comportamiento. Este tipo de adiestramiento que llamamos adiestramiento moderno es lo que se ha establecido como norma general hoy en día y que cuenta con muchas estrategias para ayudarnos a educar o modificar conductas no deseadas en nuestros perros sin recurrir a la fuerza.
El principal problema que se plantea con el adiestramiento tradicional es que recurre a menudo al castigo físico para controlar el comportamiento y esto provoca un deterioro en la relación y confianza del perro con el dueño y con el resto de humanos. Además de forma secundaria, el perro experimenta un estrés innecesario cuando se ve envuelto en una situación que asocia con ese castigo.
Hace unas décadas, era muy común que los perros que se mostraban agresivos y que no se conseguía modificar su comportamiento fueran sacrificados cuando no respondían adecuadamente a los diferentes tipos de adiestramiento tradicional, considerándolos peligrosos e incurables. Había un serio problema de comprensión acerca del origen de la agresividad y por ese motivo no se trataba acorde. El miedo del perro, que era lo que le hacía mostrarse agresivo, se intentaba resolver con situaciones que le producían más miedo.
Por esta razón utilizar técnicas de dominancia como el “alpha roll” para castigar a nuestro perro cuando nos gruñe o enseña los dientes, en vez de reducir el riesgo de mordedura lo aumenta, provocando que nuestro perro nos quiera o vuelva a morder, si no en el momento en el futuro cuando se presente la misma situación.
Hoy por hoy se han publicado infinidad de estudios sobre el comportamiento canino que demuestran que nuestros perros, en el contexto familiar, reaccionan agresivamente por estrés o miedo a una situación y no porque estén intentando dominarnos.
Si notamos que nuestra mascota tiene o empieza a tener comportamientos que nos preocupan o que se nos van de las manos, como gruñir a una visita o intentar mordernos cuando vamos a coger sus juguetes o su comida, si tenemos un perro huidizo o que simplemente tiene comportamientos que queremos que cambie y no sabemos cómo, la mejor opción es contactar con un adiestrador que pueda valorar la situación y que nos enseñe cómo ayudar a nuestro perro.
Entonces, ¿No tengo que castigar a un perro que se ha mostrado agresivo?
Lo cierto es que no. La mejor opción, tanto para el perro como para nuestra seguridad la primera vez que ocurre, es parar la actividad o alejar del perro el objeto o persona que le causa la angustia y posteriormente seguir una estrategia para que el perro poco a poco comience a tolerar y superar su miedo.
Hay muchas razones por las que no debemos castigar a un perro que se ha mostrado agresivo. Si tras un comportamiento de este tipo castigamos al perro o le pegamos, lo único que hacemos es provocarle más ansiedad y miedo en el futuro a hora de afrontar la situación que ha provocado ese comportamiento agresivo. De cara a la próxima vez que ocurra la situación en cuestión, el perro no sólo tendrá ansiedad por su miedo inicial, como por ejemplo cortarse las uñas, sino que asociará esa situación con que le hemos pegado o castigado, agravando el problema y aumentando considerablemente el riesgo de que nos muerda.
Los perros que gruñen, enseñan los dientes o muerden generalmente están expresando miedo a algo o a alguien, y consecuentemente, se están intentando defender de lo que les da miedo. En el ámbito familiar es muy común que la agresividad se deba a que el perro no puede huir de la situación y atacarnos sea la única vía de autodefensa que le queda.
Esto puede fácilmente ocurrir cuando un desconocido está invadiendo el espacio de un perro que tiene miedo de los desconocidos, no teniendo el perro la posibilidad de huir del contacto. También ocurre frecuentemente cuando se le acerca un objeto que le trae malos recuerdos o cuando se necesita usar utensilios o medicinas que no conoce para curar una herida.
Otra posibilidad muy común y con la que podemos ver un comportamiento agresivo en el ámbito familiar, es en lo relativo a lo que el perro considera su propiedad. Esto puede referirse a su comida o a un juguete favorito, cuyo miedo es que alguien se lo lleve. Del mismo modo pueden defender su lugar de descanso, como puede ser el sofá o su cama, o defender a las personas que son importantes para el perro.
¿Y entonces qué hago para enseñar a mi perro?
Usar técnicas de refuerzo positivo y distracción
Los perros, al contrario que los humanos, son incapaces de retener la memoria a corto plazo más allá de medio minuto y son incapaces de entender que por ejemplo, hace dos horas rompieron unas macetas en el jardín y que ahora les estamos regañando por ese motivo.
El cerebro de los perros tiene una memoria asociativa. Es decir, recuerda las cosas a largo plazo porque asocia diferentes sucesos con qué significa cada uno. Si nuestro perro ve que nos ponemos el abrigo y los zapatos puede emocionarse porque lo relaciona con salir a pasear. En el caso de las macetas, nuestro perro se puede comportar como si supiese qué ha hecho, pero en realidad está relacionando que si hay macetas en el suelo rotas, el humano les va a regañar. Nuestra mascota no entiende, porque no lo recuerda, que ha sido él quien las ha roto y que por eso le estamos regañando.
Es por eso que es importante regañar únicamente cuando pillamos a nuestra mascota en el acto para que deje de hacer el comportamiento que no nos gusta, porque de otro modo no lo asociará como algo que no debe hacer. Los perros notan cuando estamos enfadados o contentos.
Si cuando pedimos a nuestro perro que se siente, le felicitamos o le damos un premio, el perro asocia que si nos hace caso recibe algo que le gusta mucho a cambio. Este premio puede ser tipo comestible, como una chuche, o puede ser tu afecto, unas caricias o unas palabras de felicitación.
No debemos engañar a nuestro perro y no felicitarle o darle un premio cuando hace lo que le hemos pedido. El perro asociará que si hace la cosa en cuestión, es posible que no reciba nada a cambio y por ese motivo empiece a dejar de obedecer en toda ocasión. Tampoco debemos engañar a nuestro perro para hacer algo que le da miedo, sino que debemos trabajar el problema para que con nuestra ayuda tolere poco a poco la situación y aprenda que si se deja ayudar y confía en nosotros, la situación no es tan mala como parece.
Por estos motivos relacionados con la memoria asociativa de los perros, las técnicas de refuerzo positivo funcionan muy bien para adiestrar a nuestro perro y fortalecen nuestro vínculo con ellos.
¿Sabías que necesitas un seguro de responsabilidad civil si tu perro cumple la mayoría de las siguientes características?
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- Tiene una musculatura fuerte, imponente, atlética, ágil
- Tiene un carácter fuerte
- Tiene pelo corto
- Tiene un peso superior a 20 kg
- Su perímetro del tórax mide entre 60 y 80 centímetros
- La altura desde el suelo a la cruz entre 50 y 70 centímetros
- Tiene una cabeza voluminosa, un cráneo ancho, unas mejillas musculosas, mandíbulas fuertes y grandes y una boca robusta y profunda.
- Tiene un cuello ancho, musculoso y corto.
- Tiene un pecho macizo, ancho, grande, con las costillas arqueadas y el lomo musculado y corto.
- Tiene las patas delanteras rectas y robustas y las patas traseras musculosas, relativamente largas y formando un ángulo
Según el Real Decreto 287/2002, de 22 de marzo por el que se desarrolla la Ley 50/1999 de 23 de diciembre, los perros que reúnan más de la mitad de estas condiciones anatómicas deben disponer de varios requisitos y entre ellos, un seguro de responsabilidad civil por daños a terceros con una cobertura no inferior a ciento veinte mil euros (120.000 €).
Este tipo de seguro de responsabilidad civil está diseñado y requerido por ley para perros que tienen riesgo de producir mucho daño a otras personas o animales si se dan las desafortunadas condiciones, proporcionandonos una tranquilidad frente a cualquier percance que pueda ocurrir.
Además aporta una defensa jurídica y una cobertura para el destrozo o percance que haya podido ocasionar nuestro perro, cubriendo los gastos si es denunciado el propietario o si se necesita pagar un destrozo, cubriendo el importe hasta el límite de la cantidad asegurada. Por ese motivo, aunque no se requiera por ley, es un seguro que resulta muy útil y beneficioso para todo tipo de perros, como por ejemplo, los perros de caza entre otros.
Si vives en la Comunidad de Madrid o en el País Vasco, el seguro de responsabilidad civil es obligatorio para todo tipo de perros sin importar la raza o la complexión.
También existen en el mercado Seguros para Mascotas, con cobertura veterinaria, por muerte y otras muchas coberturas más.